La niña gorda

Ir a la escuela era siempre una tortura, mis supuestos "compañeritos" o peor aun "amiguitos" (como decía la maestra), siempre me trataron como una extraterrestre, y yo los dejé hacerlo.

Estaba tan acostumbrada a ser un "mueble" en el salón de clases, que me sorprendía cuando alguien se acercaba a decirme algo. y siempre era "prestame un lápiz" o algo por el estilo.

Y recuerdo que siempre fui una niñita muy inocentona, alegre y cariñosa. excepto en el salón de clases. 

Nunca sentí la menor duda... ser la niña gorda del salón tenía ese precio. 

Falta de interacciones sociales necesarias para el desarrollo íntegro personal, no asistí a fiestecitas infantiles, ni a citas de juego. 

Mi mayor sufrimiento era cuando la maestra decía "únanse en grupos, para hacer una evaluación"... y comenzaba cristo a padecer...

Justo en el medio, yo: la niña gordita

Normalmente evitaba hablar con otros niños para no salir lastimada, pues siempre fueron muy crueles conmigo, asignándome apodos desagradables e hirientes... así que cuando la maestra me OBLIGABA  a trabajar en equipos, ya sabía lo que venía. Era siempre igual.

me acercaba a los grupos que se conformaban y decía "puedo ponerme con ustedes"... y la respuesta era de muy variadas formas, pero siempre negativa... casi siempre era "ya estamos completos".

Cuando el alboroto de movimiento de mesas y sillas paraba, me acercaba entonces a la maestra a decirle que no tenía grupo, y entonces ella OBLIGABA  a mis "compañeritos" a que me metieran en uno. Lo cual causaba que me sintiera aun más incómoda, pues las miradas de desprecios me acuchillaban repetidamente.

Mi afán era ser invisible, para no ser molestada. toda mi educación primaria cambié mucho de escuelas, pero siempre la sensación era la misma.

Recuerdo que un día se me ocurrió que el problema no era yo, sino que todos se conocían desde años anteriores y como yo siempre era la niña nueva, no llegaba a encajar del todo.

y seguí repitiendo eso en mi mente, aun cuando pasé a la secundaria. Entonces no aguardaba el momento de llegar a la universidad donde todo sería distinto.

Recuerdo que siempre mi deseo fue tener amigos. Todo el mundo hablaba de lo importante que eran, y yo no tenía ni la más remota idea de que se sentía.

Cuando faltaba el último año de bachillerato (secundaria), mis papás decidieron, por fuerza más que por voluntad, que nos mudaríamos otra vez, pero ahora a la ciudad en la que vivo: La Victoria, en la zona central de mi país Venezuela. 

Recuerdo que ya yo iba preparada para convertirme en mueble cuando llegase al salón pero mis planes se vieron truncados por un grupo de muchachas de mente muy abierta. eran 5 y desde el primer día me preguntaron toda clase de cosas, como de donde venía y mis hobbys. el momento más lindo de mi infancia-adolescencia en una escuela fue cuando estas muchachas el primer día de clases me guardaron un lugar para sentarme. 

El acto más insignificante e inocuo que ellas pudieron hacer, me hizo sentir verdaderamente en casa. Nunca olvidaré ese día. incluso ahora escribo limpiando mis lágrimas. 

Cuando por fin llegué a la universidad en el 2003, no era como yo pensaba: gente nueva de todas partes, con nuevos proyectos y nuevos grupos de amistad para crear.

No señor, mucha gente ya se conocía, recuerden que yo solo tenía un año en "La Victoria", y la mayoría de las muchachas eran vecinas o compañeras de hace tiempo.

Recuerdo haber sentido rabia, pero entonces fue muy importante sentirlo, porque empecé a desarrollar lo que llamo "supervivencia social del gordo". es decir, cambiar la forma en la que me presento ante el mundo.

Dejar atrás a la niña gorda tímida, al mueble y comenzar a alzar banderitas gritando "ya llegué, estoy aquí"

Lo más común entre los gorditos es desarrollar un sentido del humor. y en efecto eso fue lo que hice.

Aun así la universidad tampoco fue sencilla socialmente hablando para mi. pero fue bastante mejor. comencé a vestirme de forma más femenina. Y a aceptarme un poco al menos.

Pero esta vez me enfoqué en mis estudios, y cuando me gradué con honores pude darle a mis padres una felicidad que nunca antes vi en sus rostros. estaban orgullosos.

Entonces sucedió algo inesperado, dados mis antecedentes escolares de maltratos e invisibilidad. Le agarré amor a los estudios.

Actualmente me falta un año apenas, para obtener mi segundo título universitario. Y aunque sigo siendo la mujer gorda del salón, ya no tengo problemas para hacer grupos de estudios.

Soy una persona muy distinta en muchos aspectos, y la niña gorda en mi interior se sorprendió mucho cuando me escuchó cantar en un escenario ante un montón de gente. 

He hecho muchos cambios en mi forma de ser. y puedo decir que soy mucho más feliz.

Yo creo que la felicidad no es un estado de vida, sino una forma de ver lo que te sucede de una forma más positiva.

para mi, la felicidad no es permanente, sino radica en estirar, disfrutar y contemplar los momentos felices de tu vida.

Hoy en día cuento con muchas amistades momentáneas, y verdaderos amigos con los que cuento en las buenas y en las malas y debo decirles algo.

Tener amigos no era lo que yo imaginaba cuando era la niña gorda: es mucho mejor.